Primero llegó el tiempo en
que se cumplió lo esperado, la guerra; la Guerra
Esperada. Semanas después de su comienzo, trajo consigo el progresivo
oscurecimiento del cielo.
Las comunicaciones virtuales
se fueron a hacer puñetas, sólo diecisiete días después de que estallara el
conflicto bélico. Ignoramos qué acontece desde entonces lejos de Canarias, pero
sospechamos que nada distinto a lo que aquí han visto nuestros ojos.
Las ocho islas están
conectadas marítimamente. Y, aunque hay una amplia y eficiente red de personas -en
tierra y mar- haciendo sus tareas, no deja de ser desesperante, frente a lo que
hemos estamos acostumbrados hasta que explotó la guerra.
Cuando el sol comenzó a
mostrar los primeros síntomas de declive, los muertos volvieron de donde quiera
que hayan estado. No todos los muertos, como es lógico. Creemos que unos
cientos de miles, o varios millones. Lo ignoramos, a ciencia cierta.
Sin embargo, estoy en disposición
de acreditar que todos los muertos
regresados que yo he conocido, eran de credos diversos. E, incluso, no
pocos de ellos eran ateos antes de fallecer.
En mi tierra se les llamó Retornados, Los
que han vuelto, Finaos vivos. También Crepusculares. No llegaron
todos al mismo tiempo, sino en cascada. Eso es lo que nos dice la experiencia
en las islas.
Por ejemplo, Liria, una
perita en dulce de mujer, que aún conservaba su acento madrileño. El día 20 de
agosto de 2008 no acudió a su cita con Trajano. La muerte se interpuso entre
los amantes; y él metió todo lo que sentía por ella dentro de su pecho, incomodándole
la respiración, sí, pero haciendo vibrar el corazón. Así, durante casi años.
Hasta que, una madrugada, la
confusión se adueñó de Trajano, sólo en casa, en cama, chocolate y cine en
blanco y negro. El diálogo de la película en su lengua original.
-Who are you?
-I'm Dr. Hill, from the
state mental hospital...
-I am not insane!
-Let him go!
-Listen, Doctor, now you
must listen to me, you must understand me, I'm a doctor too, I am not insane! I
am NOT insane!
Una sombra humana se dibujó
en la puerta del dormitorio.
Una sombra callada; nuestro
hombre, sin que las palabras fueran necesarias, descubriría a quién pertenecía
aquella sombra. Los ojos de Trajano, repentinamente, se enlagrimaron. La
aparición de aquella silueta humana, femenina, que ahora lo había dejado mudo,
le era reconocible. Cientos de veces había recorrido los tersos y tatuados
cueros de Liria, una década atrás...
-No temas –susurró ella. En
vano. Trajano teme.
De algún modo, anticipándose
a los acontecimientos que tiñeron el cielo de negro, Trajano sintió que algo
sorprendente, un cambio, acontecería.
Vio la confirmación a sus sospechas en la bóveda celeste. Ahora, delante de sus
narices, en la soledad de la noche, Liria.
-No temas –repitió mientras
se adentraba en el dormitorio, y las luces de la pantalla de televisión la
vestían de grises y sepias.
¿De dónde provenía aquella
mujer de carne y hueso, que había conservado el mismo aspecto que tenía en los
días en que murió?
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