domingo, 22 de octubre de 2017

La Puerta (I) Puerta de mis coplas, delirio de mi mente


Puerta de mis coplas, delirio de mi mente

La Puerta. No hay tiempo que perder en responder al cómo llegué a saberlo. Lo importante es que no te distraigas de lo esencial. Presta atención: la verdad cruda, la realidad impalpable, no es otra cosa que esa puñetera Puerta, cerrada, discreta aunque oculte un voraz agujero negro.

Al leerme, el lógico escepticismo que provoca lo absurdo y misterioso, ya ha tomado las riendas de tu cordura. Y, créeme, hace bien. Tú, mi niño, no te sientas mal si, aunque escéptico descreído de todo, me lees y tu mente planea como un gorrión de alas curiosas, sobre las casas que conoces como si fueran las palmas de tus manos.
Y buscas por sus pasillos. Recorres las casas, alguna más de una vez, con tu más aguileña y afinada mirada. Y crees que no; jurarías que no hay tal Puerta en ninguna de ellas.
Crees, feliz y despreocupado, que nunca hubo en esos hogares, una misteriosa Puerta de madera, con cerradura y llave, pomo y carácter múltiple. Bien pintada, nieta de las centurias e hijas de manos encallecidas. Y, finalmente, te atreves a afirmar, sin el menor atisbo de duda, que la Puerta de mis coplas es delirio de mi mente.


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