viernes, 17 de noviembre de 2017

Aspectos Léxico-Semánticos de la Copla (I)


Notas de la vida de Rafael de León

Hay muchos datos que se desconocen acerca de su vida, posiblemente fue él mismo quien intentó preservar su intimidad sumergiéndose en cierto anonimato, al margen de la vida social de su tiempo, a pesar de ser un hombre de buen trato. Nunca le gustaron los reconocimientos públicos, ni fue amigo de las manifestaciones en torno a su obra, por lo que poco de sus escritos hablan directamente de las fuentes o de las claves de su poética, aunque algunos hayan encontrado en su obra un regusto lorquiano. Daniel Pineda Novo asegura que Rafael de León “se ufanaba de conocer bien Sevilla y de tener influencias claras de Dostoiewski, Lorca y Antonio Machado”.
A veces subía al escenario para hacer la presentación de sus espectáculos. Era supersticioso y no le gustaba ver hacer punto sobre el escenario, ni que en la escena se oyeran campanas, ni que un actor se sentara sobre la concha del apuntador. Nunca aprendió a conducir, el taxi fue siempre su medio de transporte y ya en los últimos años de su vida contrató a un chófer. Era un visitante asiduo de los cafés cantantes y salas de variedades. Homosexual, “el marquesito poeta homosexual andaluz”.
Hijo primogénito, de diez hermanos, seis varones y cuatro hembras, de los sevillanos José de León y Manjón y de María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, condes de Gómara. Nace el 6 de febrero de 1908. Fue bautizado solemnemente, según una vieja tradición aristocrática, con diecisiete nombres, que concluyen con las advocaciones “de la Santísima Trinidad, la Inmaculada Concepción y los Sagrados Corazones de Jesús y María”. A él le correspondía heredar los tres títulos nobiliarios que poseían sus progenitores. El título de conde de Gómara se lo dio a su hermano Antonio; el marquesado de Moscoso, a su otro hermano Federico, y él se quedó con el de marqués del Valle de la Reina.
La obra de Rafael de León fue muy amplia, más de ocho mil canciones, y de difícil clasificación en cuanto a si pertenece a una poética culta o popular. Rafael no solamente escribió canciones y poemas, ideó montajes, supervisó vestuarios, hizo guiones cinematográficos, fue director de actores, es decir, participaba en todo lo que se relacionaba con el espectáculo musical y en el posterior control de los beneficios obtenidos.
Su primer libro de poemas fue Pena y alegría del amor, publicado en Madrid en 1941, con prólogo de José Antonio Ochaíta. El maestro Solano musicaría gran parte de los poemas que incluye el libro, especialmente los sonetos. En los poemas de este su primer libro, el habla andaluza que aparece en el texto no tiene nada que ver con la realidad de ninguna de las dos zonas dialectales.
Se niega a publicar poemarios desde 1943 y a partir de esta fecha lo que encontramos son sus canciones, que ya había empezado a escribir en los años treinta, pero serán los años cuarenta una etapa crucial en su carrera, donde se condensa su obra fundamental. Es en 1942 cuando colabora con Quintero y Quiroga. El trío tuvo tanto éxito que en el año 1949 ya no podían aceptar más encargos, aún así su colaboración se sucederá a lo largo de los cincuenta y hasta los primeros años de los sesenta. A partir de 1959 las producciones del trío se reducirán, buscando cada uno sus propias creaciones.
Rafael de León formó trío ocasionalmente con Ochaíta y Solano.

Federico García Lorca

Entre las amistades de Rafael de León destaca Federico García Lorca. Al parecer lo conoció en Granada. El testimonio de Sebastián Gasch en Federico García Lorca: Carta a sus amigos, con motivo de la representación de Doña Rosita la soltera, es uno de los pocos datos precisos que nos hablan de esta relación personal. No obstante, especialistas como Gibson ponen en duda afirmaciones de esta naturaleza. Miguel de Molina en su biografía Botín de guerra, relata una anécdota ocurrida entre Rafael, Lorca y Molina. De cualquier forma todos los estudiosos coinciden en una influencia más o menos acentuada de Lorca en Rafael de León. Afirma Daniel Pineda Novo: “Rafael, desde los dieciocho años en que conoció a Federico, hasta su muerte, [...], fue fiel al mensaje líricoandaluz del poeta de Granada, porque le hechizó la magia honda y popular de su verso [...]. Porque Rafael no fue un servil imitador de Lorca -como alguien ha dicho-; fue su seguidor, el fiel captador de su espíritu para nuestra canción”.
Manuel Tarín-Iglesias, compañero de Rafael de León en la Modelo, en un artículo señala que los poetas favoritos de Rafael eran, por este orden, León Felipe, García Lorca y Antonio Machado. También sabemos su admiración por Villalón. Entre sus colaboradores destacan Antonio García Padilla “Kola”, Antonio Quintero, Antonio Quiroga, Fernández de Córdoba, Salvador Vaverde, Xandro Valerio, Ochaíta, Callejón, Montoro, Molina Moles, Manuel Clavero, Rivas y Gardey, Mostazo, Solano, Algueró, Manuel Alejandro, Juan Ojeda, entre otros.
Daniel Pineda Novo, habla de Rafael de León en estos términos: “Rafael de León, poeta exhuberante, rico en imágenes y metáforas, feliz captador –y cantador- de la esencia del alma de la profunda Andalucía, entre el modernismo, la tradición y la vanguardia, es ya parte integrante del patrimonio cultural y artístico de Andalucía”. Para Federico Carlos Sainz de Robles, Rafael de León es un “poeta de gran sugestión, maestro en el colorido, en la emoción, en la perdurabilidad temática, en la metáfora sorprendente, en la plasticidad y en la melodía” Antonio Gala en el programa de televisión “Más estrellas que en el cielo” afirmó: “Rafael está hecho para ser cantado, y por eso sus propios poemas, cuando reciben música y el impulso de las cantaoras, se multiplican, porque están hechos para ser contagiosos [...]. Para mí Rafael de León es tan importante como Gil Vicente, como Juan de la Encina, como Mendiño, Pero Meogo, como todos los grandes autores de nuestra canción popular medieval. Fíjate hasta qué punto es esto cierto que Lorca llega después a la gente porque estaba prohibido; así, cuando llega Lorca, al pueblo ya le sonaba Andalucía a través de Rafael de León. Y esto hay que agradecérselo a él.”

(Pág. 40-48)

La Copla

Mi intención es atenerme al concepto de “copla”. ¿Qué es “copla”? o ¿qué es “La Copla”?. “Copla” es una representación, un acto complejo, un signo complejo formado por música (pasodoble, zambra, vals, tango, bulerías, danzón, pasacalle, marcha, sevillanas, farruca, tientos, etc.), versos cantados, generalmente en forma de romance, e interpretación, tanto gestual como vocal, que desarrolla una historia trágica en tres minutos, con referentes de la tópica andaluza y que en el acto de recepción se reconoce como tal.
En cuanto a la interpretación, no hay que olvidar que la copla tiene sus orígenes en los intermedios de las representaciones teatrales del siglo XVIII, hasta que se independiza, y esta influencia no la perderá aunque ahora no existirá un escenario, ni distintos personajes, a excepción del cine, sino que será una sola persona, normalmente mujer, quien represente la canción acompañada como mucho de elementos decorativos (cortinajes, luces, flores, maquillaje, etc.). Los artistas se vestirán de acuerdo al tema que canten para dar más fuerza, sentido y verosimilitud a las letras. Con la aparición de la radio, discos, etc. es la voz el único medio para comunicar todo el dramatismo, para evocar un ambiente, para emocionar o para hacer reír.
Hasta hace no demasiado tiempo pocos se atrevían a confesar su gusto por la copla por temor a ser etiquetados de franquistas. La copla que tuvo su auge durante un período concreto de nuestra historia y fue apoyada por un determinado poder, quedó durante mucho tiempo estigmatizada por estas circunstancias. Ningún intelectual que se preciara de serlo, salvo rarísimas excepciones, hizo una defensa de la copla. Oír copla era algo vergonzante. Con el tiempo, las cosas han cambiado y de qué manera. A este cambio de valoración han contribuido, como ya dijimos al final del apartado en que se trata del cine, películas como, por ejemplo, Canciones para después de una guerra de Basilio Martín Patino, rodada a principios de los años setenta, pero estrenada después de la muerte de Franco. Puede decirse que, hasta entonces e incluso hasta algo más tarde, muchos de los que, después de la dictadura, lucharon por una forma de poder distinta intentando olvidar absolutamente todo lo que tuviera que ver con aquella época, también lucharon contra la copla tachándola de retrógrada y fuera de la realidad social, sin darse cuenta de que la copla no entendió de ideologías a la hora de ser cantada; españoles de ambos bandos tarareaban las mismas coplas. Nadie quería darse cuenta de que la copla formaba parte de su educación cultural y sentimental y que esto, por mucho que se intente ocultar, no se consigue. Demostrado queda, pues muchos de ellos no han podido resistir la tentación de subirse al carro de la progresía y, desinhibiéndose, han vuelto a cantar aquellas coplas que oyeron a sus madres y a sus abuelas pero, claro, revistiéndola de esa supuesta modernidad que consiste en cantarla, por ejemplo, a ritmo de jazz. Esta modernidad es más aparente que real. En una película tan temprana como María de la O (1936), ya aparece “Rocío” a son de trompetas mientras en el escenario se baila claqué. Intentar retomar la copla bajo las vestiduras de otros ritmos “más modernos” no es más que recuperar la copla en esas versiones que ya fueron dejadas de lado hace mucho tiempo por la depuración consciente o inconsciente del público. La copla se ha convertido en un género canónico, tiene sus reglas musicales, narrativas, interpretativas y, sobre todo, tiene las reglas impuestas por el público que, inteligente, acepta las versiones sabiendo que son sólo versiones. ¿Qué queda de la copla en estas versiones? La letra. Esa letra en la que siguen los tópicos, el patrioterismo, el localismo; parece ser que todos estos elementos ya no son los más relevantes y que se toman como una forma de expresión en un momento y en un contexto muy especiales y que el amor, la venganza, los celos, la pasión, la traición, el desengaño, la soledad siguen siendo sentimientos actuales y dignos de ser cantados, como memoria histórica, artística y cultural.
Rafael de León, de origen aristocrático, supo captar la sensibilidad del pueblo y devolvérsela convertida en poema. Poema para ser cantado y contar una historia en tres minutos. Poema catártico que hacía olvidar lo inolvidable: el hambre, la guerra, la falta de libertades, el dolor ante la pérdida de seres queridos y que siempre desarrollaba uno de los más importantes universales de representación del mundo: el amor.

(Pág. 49-50)

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