Sé cuál es el impacto que la
presencia de un misterioso forastero, el silbido del frío viento, los
tenebrosos claroscuros, provocan en la impresionable mente de un niño.
Recuerdo que en las viejas
películas de terror de la Universal Pictures, la trama se desarrollaba en pequeñas poblaciones. A mi juicio,
ese es uno de sus mayores atractivos; la perfecta mezcla entre acogedor y
perturbador.
Que no falte una iglesia
victoriana. Tampoco gélidos inviernos de desapacibles otoños, que tienen su
justa réplica en una chispeante chimenea. Y en Una O’Connor, la mejor posadera
del reino, sirviendo un plato caliente de sopa. Sin olvidar la nieve que cae
más allá de las ventanas. Ni la presencia de sofisticadas bellezas femeninas que
bien podrían llamarse Gloria o Zita.
Será fácil que tu miedo –huyendo
de lo imprevisible- corra delante de ti, por las estrechas y solitarias
callejuelas de Iping, Inglaterra, o cualquier otra aldea de la Europa profunda.
Una posada como The Lion’s Head. Y una plaza que reúna,
antorcha en mano, a los asustados lugareños; gentes humildes y pintorescas,
risueños vecinos con los que sería un placer relacionarse. Entre ellos aún
mencionan las palabras honor y horror. Sería un gusto inmenso padecer
los terrores de esos incombustibles clásicos de cine en blanco y negro, y no
los reales.
Estos terrores nuestros, fundados, dolorosamente reales, tienen mucho de
tragedia griega, de infortunio colectivo que se presiente de lejos, de
fatalidad irremediable. Miedos que hablan de Puertas y deprimentes cielos color
dolor de cabeza.
Si pudiera, elegiría
aquellos otros, propios de relatos que se conducen con infantil simplicidad;
pavores provocados por sus humanos y sobrenaturales monstruos.
Así que nada de esto, ni la Guerra Esperada, el aislamiento, los
malditos retornados, habría ocurrido.
Nada de esto protagonizaría mis habituales pesadillas.
Y, sin embargo, válgame dios, sigo sosteniendo que la arrogancia –siempre injustificada- del hombre invisible acabará arrastrando hasta los infiernos a los enemigos del hombre. Se
precisa de inteligencia y prudencia.
Ningún adversario, y tras la
Puerta sospecho que tenemos uno demoníaco, fue derrotado sin el intenso uso de
la bendita prudencia. Nos hará mucha falta en estos tiempos en que algunos de
nuestros semejantes han regresado de la muerte. Porque no parece que todos
ellos lo hayan hecho por los mismos motivos.
Hay quien sostiene que los
tiempos actuales se asemejan a los legendarios días en que Troya, perla
mediterránea de hercúleos muros de lapislázuli, cayó en desgracia. Ojalá que se
equivoque y no esté en lo cierto. Nos va la vida en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario