Cierta madrugada,
inesperadamente, en la Calle Galicia de la capital grancanaria se produjo un
hecho extraordinario. Liria Días Pérez se presentó, en cuerpo y alma, en el que
un lejano día fuera su hogar. Un milagro,
dijeron unos. Tal cosa sólo puede ser
obra del diablo, adujo una doña del sexto piso.
El primer sorprendido, Trajano
del Hierro, su prometido. Primero, el gélido impacto, luego la alegría. Fascinado
testigo primero de la aparición de la chica, su corazón la recibió sin juicio
ni mesura, brincando como un perro que reencuentra a su dueña veinte años
después.
Trajano podría haber
explotado de pura emoción, pero fue calmándose poco a poco. Y las yemas de sus
temblorosos dedos se posaron, con cierto pudor, sobre la piel de ella. Fundidos
en un interminable abrazo de besos y lágrimas, la mirada de Liria estaba tan
viva como los mismísimos fuegos del averno. Es
un milagro, pensó él.
A la pregunta, ¿fue, en
verdad, un milagro la aparición de Liria en aquel hogar del octavo piso del
Edificio Castilla?, hay sólo una respuesta, concisa y concluyente: Sí. Un
maravilloso e inexplicable suceso que colmó de felicidad a Trajano; e hizo que
su compañera pronunciara las palabras intervención
divina, para referirse a su regreso al mundo. Algo de peso tendrá la
opinión de la protagonista, ¿no? Supongo que sí. Pero, la cuestión es otra…
¿Atravesó Liria Días Pérez
la Puerta? Y, si así fue, ¿con qué fin lo hizo? ¿Qué la llevó a colocar su mano
sobre el pomo del otro lado de la Puerta, abriéndola? La chica tenía mucho que
contar.
Fue la primera crepuscular de la que se tuvo noticia en
las islas. Shock. Tras ella, la cascada de regresos. Las comunicaciones entre
islas, de la noche a la mañana, se volvieron muy intensas. Las informaciones hablaban
con delirio, pavor y fascinación, de cada nuevo caso.
Los muertos, legiones de
ellos, volvían a casa; recorriendo las leguas que separan el otro mundo del
nuestro como un interminable regimiento de elegidos, como una cabalgata,
fúnebre y –a la vez- cómica…
¿Atravesó Liria la Puerta?
Sí, lo hizo. Ella misma me lo confirmó.
-Dime, ¿con qué fin has
regresado al mundo?
-El motivo por el que he
vuelto sólo concierne a mi familia. A nadie más.
-¿Crees que Dios está detrás
de este, digamos, evento extraordinario que anteriormente sólo se había
atribuido a Cristo?
-Lo único que puedo decirte es
que crucé la Puerta para regresar con los míos. Sí, debo ser honesta y decir
que sí, creo que ha sido por intervención divina.
-¿Traes un mensaje de Dios
para todos?
-No digas tonterías. Mi
nueva vida, sin importar cuánto dure, estará centrada en mi gente. No tengo
nada especial que deba compartir con desconocidos. ¿Algo más?
-Sí. Una última pregunta. He
oído numerosos casos de otros retornados
y, sobre todo, he podido hablar con docenas de ellos. Algunos me han mencionado
un extraño término que, curiosamente, todos nombran con cierto miedo.
-Ah, ¿sí? –un tono nada
convincente- ¿Qué palabra es esa?
-Dokkalfar. Dicen que esa
palabra les fue colocada en la mente antes de atravesar la Puerta. ¿Puedes decirme
algo al respecto?
-Si en algo valoras tu vida,
creo que deberías ser más prudente a la hora de hablar con según qué
retornados.
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